jueves, 20 de septiembre de 2012

El Congreso: Una institución en problemas


El Congreso: Una institución en problemas
Enviado el 19/09/2012
Por: 
Noticias SER
El Congreso de la República es sin duda una institución fundamental para la vigencia de la democracia, pero suele estar constantemente puesto en cuestión, por el comportamiento ético de sus miembros, así como por la poca capacidad legislativa y fiscalizadora que muestra. Los cuestionamientos no son nuevos, e incluso sirvieron de excusa hace veinte años para el golpe de Estado que dio el entonces presidente Alberto Fujimori, quien además al re-instalarlo lo manipuló de tal forma que a pesar de los esfuerzos de reforma interna y renovación de la vida parlamentaria, nunca ha podido recuperar del todo, el respeto de la ciudadanía.
Pero,¿es sólo un problema de falta de eficiencia parlamentaria o de un mayor celo de los partidos a la hora de seleccionar candidatos? Si así fuere, el problema podría ser resuelto mediante alguna de las tantas propuestas de reforma que se han hecho en la última década. Sin embargo, el problema es mucho más estructural y no sólo aqueja a nuestro Congreso, sino al de muchos otros países, en los que también existe un malestar similar, frente a la institución que supuestamente es la representación de la ciudadanía por excelencia.
El mundo ha cambiado y los tiempos y los espacios de la política aún más. La velocidad de las comunicaciones y el desarrollo de la sociedad de la información por un lado; y la progresiva desaparición de las soberanías nacionales por el otro, hace que los mecanismos y las formas de funcionamiento de las representaciones nacionales sean permanentemente sobrepasadas por los acuerdos comerciales, los tratados internacionales y una ciudadanía cada vez más interconectada.
Por ello, en Noticias SER consideramos que no basta con lamentarnos por la falta de capacidad auto fiscalizadora de nuestro Congreso, o por la distinta vara con la que mide faltas éticas similares. Y aunque compartimos el malestar de la opinión pública cuando los congresistas se protegen entre ellos, apelando a un falso espíritu de cuerpo, más nos preocupa que no se haga nada por adecuar el Congreso a los tiempos que vivimos. Quizás antes que añorar el viejo Senado de los grandes patricios republicanos, sea mejor encontrar las fórmulas para que nuestros representantes estén en la capacidad de representarnos.

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